Fin a las jaulas

Xiscu y Cassie son dos perros que llegaron a Canópolis después de mucho tiempo en alguna instalación de acogida para animales abandonados.

Xiscu venía de una entidad catalana donde pasó seis años de su vida. Nos pidieron su acogida al ver que este perro se hacía mayor y seguía enjaulado con pocas probabilidades de salir. Quizás por su larga estancia enjaulado, sufría de agorafobia en Canópolis al encontrarse libre por primera vez en tanto tiempo de decidir a donde ir, donde tumbarse, con quien jugar o a quien seguir. Le costó tiempo adaptarse a esa nueva situación que le permitía ser perro, y no animal enjaulado. Finalmente encontró amigos, y a Anna, su gran amor en Canópolis, una persona en quien confiar su inseguridad para guiarle en esta nueva y etapa final de su vida. Canópolis fue el último hogar de Xiscu porque su carácter, salud, y edad no le hacían animal favorable para la adopción. Sin embargo, creo poder decir que llegó a ser feliz y a disfrutar de su libertad hasta el final. 

Cassie es otro caso que muy posiblemente termine con nosotros también. Veréis, Cassie tiene una grave estereotipia que la obliga a cazar sombras. Su condición de animal enjaulado en una entidad andaluza la llevó a desarrollar un mecanismo psicológico anormal que la permitiera gestionar la falta de espacio, la falta de movimiento y el aburrimiento. Al tratarse de un perro de caza, la manera en la que Cassie decidió que podía sobrevivir esa situación era convirtiéndose en cazadora de sombras. Cassie no interactúa con otros perros y casi no puede tampoco relacionarse con personas, de hecho, a veces confunde las sombras con tu brazo y se hace un animal con difícil convivencia. En los días nublados, Cassie puede descansar, a falta de sol, no hay sombras.

Los casos de Xiscu y Cassie son tan solo dos, pero imaginaros la cantidad de animales enjaulados que intentan sobrevivir sin que les demos los derechos más básicos para su bienestar.

En mi opinión, después del alimento y el cobijo, el siguiente derecho fundamental para todos los seres es la libertad de movimiento, y según entendemos hoy en día como acogemos a los animales en Europa y más allá, este derecho no se tiene en cuenta en cuanto las instalaciones de un centro se componen de jaulas. ¿Cómo podemos considerarnos proteccionistas y estar cuidando, haciendo labores voluntarias, y sintiéndonos buenas personas mientras normalizamos la estancia de animales en jaulas? ¿Acaso no es un tipo de maltrato? Lo vemos así en los animales en granjas intensivas, o animales de zoológicos, circos, etc. ¿Cuándo hemos normalizado el maltrato en las entidades que se dedican a la protección de animales?

En la nueva Ley de Protección Animal se contempla el maltrato con penas de cárcel cuando un animal está privado de sus necesidades básicas. En el futuro se podrá denunciar a un particular por mantener a su animal en el balcón,  por ejemplo, pero no se ha contemplado que quizás las mismas instituciones que vayan a acoger ese animal si se requisa por las autoridades, que ese animal puede acabar en una jaula no muy distinta a la que tenía anteriormente.

Por otro lado, la misma ley prohíbe el sacrificio de animales que no estén padeciendo, pero no parece haber cabida en ese padecer la experiencia de estar enjaulado. Esos perros que nadie quiere o puede adoptar se encuentran en un encerramiento permanente hasta el final, porque parece peor la eutanasia que vivir enjaulado durante el resto de sus vidas. ¿Alguien se ha planteado esto? Presiento alguna ceja levantada, y algunas miradas de sorpresa, pero quiero sinceramente que se considere este importante tema.

Enjaular es maltrato, y un día lo vamos a entender.

Haciendo una recapitulación de nuestra historia creando Canópolis, empezamos como fundación en una instalación deficiente en muchos aspectos, pero habían entonces ya algunas formas de tener a los animales de ese precario refugio en el Garraf que nos inspiraron a cambiar nuestra forma de pensar. A falta de medios, las jaulas no tenían puertas y tampoco había suficientes, por lo que la mayoría de perros vivían en libertad. En un principio comenzamos a restaurar las jaulas y a encerrar animales. Pero bien pronto nos mostraron el horror de ese estilo de vida. Un perro en concreto, Ulises, me lo dio a entender un día al pasar al lado de su jaula. Estaba enfermo y famélico de estrés. Se acercaba a su muerte por una colitis ulcerosa a raíz de vivir enjaulado. Así que esas jaulas acabaron enterradas y sustituidas por grandes cercados y perros sueltos en manadas de nuevo. Siendo testigos de que se podían gestionar grandes grupos de perros sueltos con suficiente temple por parte de cuidadores que se iban formando con nosotros, pudimos demostrar que las jaulas no hacían falta y cómo el estrés de un animal de Canópolis no tenía comparación con uno de protectora o perrera.

Nos propusimos ser un centro ejemplar en varios aspectos, y la libertad de movimiento es uno de los tres pilares que sostiene la Fundación Trifolium.

A pesar del bienestar del que pueden disfrutar los animales que habitan en Canópolis, he de decir que Canópolis, en el sentido más puro y filosófico no deja de ser una jaula más grande, pero dejemos ahí el debate, porque en el futuro, centros como Canópolis ya no existirán al habernos convertido en una sociedad concienciada con los animales y la naturaleza. Pero hasta entonces, uno de nuestros máximos objetivos es servir de ejemplo para que se abandone la desafortunada práctica de enjaular animales.

Tras 25 años de trabajo siento que hemos hecho mucho esfuerzo en dar a conocer la alimentación natural y la medicina integrativa que abarca las terapias naturales para el bienestar de los animales, y se siente en la sociedad el impacto que hemos generado en estas dos décadas y pico. Sin embargo, siento que quizás es hora de hacer un poco de ruido y llamar la atención a esta necesidad tan básica para la salud física y mental de los animales que es que éstos puedan ser libres el mayor tiempo posible.

Un documental que cuente nuestra historia

Para celebrar nuestro aniversario se me antojó dotarle a la fundación de un archivo audiovisual profesional para dar a conocer el trabajo que llevamos haciendo con y a través de Canópolis. Filmar un documental que recoja nuestra historia, nuestros mensajes y llevarlos a todas las pantallas posibles a través de festivales o plataformas que deleiten a un público sediento de historias bonitas, creativas y positivas. Con ello quiero ensalzar el mensaje de la necesidad de libertad que merecen los animales, ofreciendo Canópolis como un ejemplo consolidado a seguir. Pero también quisiera resaltar lo aberrante que es normalizar un tipo de maltrato, ya sea porque es lo que hay en este momento, o porque no hay medios, o porque lo dice la Ley, o porque siempre se ha hecho así. Y ojalá me lean personas que están escribiendo esta ley para que puedan tipificar el enjaulo de animales como maltrato y se trabaje para eliminar todas las jaulas de España para los perros, los gatos, y todos los demás animales en un breve futuro. Somos nosotros los que cambiamos nuestra forma de pensar, pero son las leyes las que reflejan ese pensamiento.

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