Fashionistas o perritos calientes

Llevar a los perros con abrigo o jersey por la calle:  ¿Es solo una moda, o es también una cuestión de bienestar?

Hace diez años en España era raro ver a un perro vestido. Hoy en día por las grandes urbes en los meses de invierno se ha convertido en algo natural. Sin embargo, hay aquellos que piensan que llevar al perro vestido con ropa es una aberración;  una práctica  desdeñable, como ridícula. Sí, puede ser, pero hay una buena razón también para vestirles, y tiene que ver con un buen cuidado del perro en casa.

Hay dos conceptos que se mezclan al vestir al perro con ropa: puro fashion, y protección del frío.  Diría que la primera podría calificarse de absurda. Vestir al perro por vestirle y humanizarle poniéndole trajecitos y disfraces podría bien ser una muestra de la decadencia de nuestra sociedad en la que pensamos que el perro está más guapo luciendo un traje de tenista, o un tutu de bailarina. Quizás nos hace gracia y como los perros son payasos profesionales que saben arrancar sonrisas allá donde no las hay, pues nos divertimos con ellos un poco vistiéndoles con ropa de moda. Sin duda hay toda una industria detrás de esta práctica, y aunque aún no está muy extendida en España, en países como EE.UU., Japón, Hong Kong, e Inglaterra hay empresas que se forran fabricando trajecitos para perros. Los perros mini son los que más padecen nuestra locura y abundan las marcas fashionistas para vestir a los “teacups”.

Fashion aparte, está el concepto de querer refugiar al perro del frío.

Y aunque aquí atendemos otro tipo de locura, esta quizás tenga mejor justificación para vestirlos. Resulta que los humanos perrunos nos empeñamos en tener perro dentro de casa como un miembro más de la familia. Tendencia loable. A esto añadimos que nos gusta tener perros que no son de razas autóctonas y, por lo tanto, en climas fríos tenemos perros de pelo muy corto. Si además tenemos en cuenta que los perros son una especie cada vez más débil por muchas razones, y  viven con nosotros en nuestras grandes urbes en casas y pisos entrando y saliendo de espacios con calefacción varias veces al día ; que de la ciudad, nos los llevamos al bosque, a la montaña y a la nieve en nuestros coches en tiempo record, sin darles tiempo a desarrollar su capa natural para protegerse. ¿Qué ocurre pues? Que esos perros pasan frío. Y qué es entonces lo más natural que hagamos los que nos preocupa su bienestar? Pues que les pongamos abrigos, chubasqueros, y jerseys para protegerles de los cambios bruscos de temperatura y clima a los que les sometemos y de los que no tienen protección natural. Ahora ya no parece tan ridícula la tendencia. ¿A que no?

Hace veinte años empecé a recoger perros abandonados. Tenía una cuadrilla de perros jóvenes y, por aquel entonces, en mi vida no me hubiese planteado vestir a ninguno de mis perros. Eran fuertes y no padecían el frío corriendo por la nieve de los Álpes y el Pirineo cuando nos los llevábamos a esquiar. Empecé a comprar abrigos para los perros de Canópolis, refugio de la fundación, cuando comencé a sentir el frío que pasaban algunos de ellos, sobretodo los pequeños y los más viejos en los días helados que pueden haber en los montes del Garraf en enero y en febrero.

En Canópolis vestir a los perros a partir de octubre es ya una práctica común, y pedimos a nuestros colaboradores que nos traigan prendas para proteger a muchos del frío y de la lluvia. 

Perros paralíticos, con Leishmania, con edades avanzadas o con cualquier otro problema de salud o inmunidad son perros a los que nos les faltará protección y estoy muy agradecida a esas personas sensibles que nos donan prendas contra el frío.

Volviendo a casa, a medida que mis perros empezaron a envejecer sentí  la necesidad de abrigar a algunos de ellos. Golf fue la primera a la que le compré un anorak en Suiza. Por aquel entonces, en España no se encontraban prendas para perros. Esta perra cruce de bóxer,  tenía el pelo muy corto y a partir de los 13 años sentía el frío y la humedad en sus articulaciones. Cuando subíamos a la nieve, o salíamos a pasear por la playa en los días fríos de enero, a Golf no le faltaba su abrigo.  Cuando adopté a Cuca, un cruce de Podenco y Beagle, cambió la dinámica por completo. Nunca había puesto prendas  a ningún perro dentro de casa, pero Cuca, que había pasado diez años en el refugio y se aquejaba de contracturas de cuello y espalda recurrentes, me pedía abrigo.  Mi madre me trajo unos trajes de America. Yo jamás le hubiese puesto jerseys de color rosa con volantes, pero Cuca era la chucha más feliz. Así que después de haber pasado una vida tan dura en el refugio, decidí complacerla. Con el paso del tiempo, para ella ya no era suficiente un jersey, y tenía que ponerle dos o se ponía a temblar. Al salir a la calle tenía que añadir un anorak para que esta perra no pasara frío. Parecía como si su termostato interior había dejado de funcionar, y no había nada que la hiciera entrar en calor. Dormía con manta eléctrica o compraba parches calientes para ponerle debajo del jersey. Lucía sus trajecitos hasta bien entrada la primavera, y algunos días de tormenta en verano. Al final de su vida contaba con toda una colección de jerseys y abrigos que luego pasaron a los perros de Canópolis.

Después de tener a Cuca descrubrí que hay perros a los que les encanta el abrigo, incluso los hay con predilecciones fashionistas.

Si le ponías a esta perra un jersey cualquiera, pues vale, pero si le ponías uno rosa, se ponía a hacer cabriolas por la casa de la ilusión que le hacía llevar algo bonito. Yo no hacía copio de lo que veía, porque sinceramente no me hubiese imaginado nunca que a un perro le hiciera gracia la moda.  Por otro lado, tengo a Maus, un cruce de Llhasa Apso que aborrecía las prendas y cuando le cortaba su melena, me mordía cuando intentaba ponerle un jersey para ir a la nieve. Esto hasta que encontré un abriguito rojo que me traje de Inglaterra. Cuando se lo puse por primera vez, además de dejarme, me miró como diciendo: ahora sí!, este sí. Y se subió al coche tan pancha con su caperucita roja. Como son, la verdad. No llegamos a entenderlos del todo.

Con todas estas experiencias, y conviviendo con tantos perros tan de cerca, el tema de vestir al perro se ha convertido en una práctica normal y natural que aumenta su bienestar.

Como mi gran objetivo en la vida es precisamente velar por el bienestar de los animales, si esto requiere comprarles prendas de abrigo, si estas además de prácticas, han de ser bonitas, pues que así sea. Les debemos tanto a estos seres que nos acompañan y protegen, que nos enseñan los valores más elevados como la lealtad, la honestidad, y el amor incondicional, que menos puedo hacer que intentar que sean felices y se les proteja de cualquier cosa que les pueda hacer padecer.

Gemma Knowles

Dirije Canópolis desde 1998, es acupuntora, reikista, terapeuta de Flores de Bach, nutricionista, y escritora.

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